Continuamente a dieta, ¿por salud o simplemente por estética?

 

Cada día somos más conscientes de la importancia de llevar una dieta equilibrada y mantener un peso adecuado para la salud, tal y como aseguran los datos de un estudio que presentó en 2011 la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN). Según dicha encuesta el 20% de la población española ha realizado algún tipo de dieta recientemente: siendo el 22,2% mujeres y el 17,5% varones.

 

Sin embargo, hasta un 73% de estas dietas se realizan motivadas únicamente por la estética, sobre todo entre las mujeres, mientras que para los hombres la salud es el principal motivo para comenzar un régimen, aunque esta tendencia ha comenzado a variar.





Vivimos en la sociedad de la imagen, pero esto no implica que debamos dejar a un lado la importancia de adelgazar de manera saludable. Una dieta equilibrada debe incorporar todos los grupos de alimentos y las cantidades suficientes de nutrientes para que el organismo pueda realizar todas sus funciones (55-60% de hidratos de carbono, 30% de grasas y 15% de proteínas).

 

Sin embargo, la realidad queda muy lejos de estos porcentajes, ya que en las sociedades desarrolladas, el aporte de grasas y proteínas en la dieta es muy superior al recomendado.

 

¿Cómo nos afecta esto a la hora de comenzar una dieta?

El 40% de las personas que siguen una dieta, lo hacen sin ningún tipo de prescripción médica o control por parte de un profesional de la salud. Esto, unido a la sensación de hambre o la impaciencia por perder peso, puede generar ansiedad.

 

Según un estudio realizado en 2007 por la Dra. Rosa María Ortega, del Departamento de Nutrición de la Universidad Complutense de Madrid, las dietas demasiado estrictas a veces generan tal ansiedad que, para calmarla, pueden llevar a quien las sigue a comer más incluso que antes de comenzar la dieta, con lo que se engorda en vez de adelgazar.

 

Esta ansiedad afecta en mayor medida a las mujeres, y además puede desencadenar cambios físicos. La reducción en la capacidad de autocontrol producida por el aumento de los niveles de adrenalina, decaimiento anímico producido por una reducción de la serotonina y una mayor ansiedad por comer, en especial dulces, y caer en las llamadas dietas yoyó (regímenes que se abandonan por ser demasiado estrictos y que se reanudan continuamente sin conseguir los objetivos perseguidos).

¿Cómo acabar con la ansiedad?

Para esquivar el peligroso círculo que genera la ansiedad por la comida, es muy importante evitar las dietas excesivamente restrictivas, e ir perdiendo peso poco a poco pero de forma continuada. Todo ello junto con el asesoramiento de un profesional que diseñe una dieta personalizada y adaptada a las necesidades, estado de saludy el nivel de actividad de cada uno.

Además, es muy importante acompañar las dietas con algo de ejercicio físico, que nos ayude a eliminar tensiones, e identificar qué situaciones nos producen ansiedad para tratar de evitarlas.

 

El principal objetivo debe ser adelgazar de manera saludable, y no volver a recuperar el peso perdido una vez que terminamos con la dieta, por lo que es fundamental realizar las dietas siempre bajo la supervisión de un profesional médico. Además, ayudarnos de medicamentos homeopáticos indicados para los trastornos emocionales y de ansiedad, ya que arrojan grandes beneficios en este ámbito.

La homeopatía ayuda a combatir la ansiedad producida por la dieta

Una manera eficaz de acabar con los síntomas de ansiedad provocados por la sensación de hambre y la irritabilidad que ésta produce es la homeopatía, que los alivia sin producir somnolencia ni efecto sedante.

 

Esto permite que la persona que esté realizando una dieta pueda mantener su ritmo de vida habitual. Además, los medicamentos homeopáticos no producen dependencia ni presentan en general interacciones ni contraindicaciones, por lo que pueden emplearse incluso durante periodos prolongados con seguridad.

 

Gracias a todos estos beneficios, los medicamentos homeopáticos son especialmente interesantes para hacer frente a cualquier dieta.


Fuente:  www.enfemenino.com

Tengo 46 años mejores que mis 26: gestiono mejor mis emociones y me he aceptado. Dos hijos, gracias a Dios muy activos. El doctor Willett me enseñó a investigar en Harvard, pero disfruto del trato con los pacientes. Contra la epidemia de obesidad, información y conciencia.




Homo obesus

El paso de la caza nómada al sedentarismo hace 10.000 años empobreció la dieta con las grasas saturadas del ganado; disminuyó la altura y aumentó el raquitismo, la osteoporosis y la caries e inició la obesidad al modificar los genes del ágil cazador. Hoy García Closas ve a familias haciendo deporte y a otras de menor renta comiendo patatas fritas a paladas –la comida insana es ya la más barata– después de ver tele todo el día. Tal vez los paleoantropólogos también estudien un día que la globalización degradó nuestra dieta mediterránea hasta la pandemia de obesidad que padecemos, empezando por los más pobres. Ojalá encuentren aquí la sana información necesaria para frenar su avance.


Nuestra sociedad fabrica obesos tristes. Genera frustración y ansiedad. Y, en vez de pasearlas con los amigos como antaño, propicia nuestra pasividad solitaria ante múltiples pantallas.

 

Siempre en busca de un buen sofá.

¿Sabe por qué los enamorados adelgazan?

 

¿Los sinsabores del mal de amores?

Al contrario: están dopados y felices con las endorfinas y por eso comen menos. Buscamos en la comida lo que no nos da la vida.

 

Y hay tentaciones en cada esquina.

Muchas de ellas empaquetadas, pero crujientes, gracias a la grasa trans que acompaña a alimentos insanos, aunque gratificantes por su elevadísimo IG (índice glucémico: glucosa en sangre). Te sacian enseguida al dispararlo, pero, tras dos horitas, lo dejan incluso más bajo que antes... Y quieres más.

 

¿Una caloría no es una caloría y punto?

Importa más lo que comes que cuánto comes. Toda la harina blanca: desde la barra de pan blanco de toda la vida hasta la bollería y pastelería; o las patatas; la pasta –y peor si está muy cocida–; las bebidas embotelladas azucaradas; todas esas chucherías cargadas de aditivos y azúcar... Causan obesidad por su alto IG: ¿sabe que el pan blanco tiene un IG más alto que el azúcar?

 

Con lo bueno que está.

¡Por eso mismo! Si lo sustituye por pan negro de grano entero –no integral a medias–, le gratificará menos de entrada, pero no le engordará. Nos conviene el milagroso yogur con probióticos para la flora intestinal; frutos secos, las frutas, los cereales y verduras: espárragos, puerros, dalias, achicoria... Recuperémoslas. Pero, además del IG, en nuestra dieta influyen también las grasas...

 

¿Todas son igual de malas?

De nuevo importa más el tipo que la cantidad. La mejor sería la del pescado azul o la del aceite de oliva o frutos secos, y la peor, la grasa hidrogenada o trans: que convierte galletas, patatas, aperitivos y tanta comida empaquetada en crujiente y apetitosa.

 

Y conveniente para guardar y vender.

Pero perjudicial para comer. La paradoja es que la industria ha logrado abaratar esos alimentos insanos de paquete y conserva y, en cambio, los buenos alimentos frescos son cada vez menos disponibles y más caros.

 

Por eso hoy estar gordo es de pobre.

Las clases menos favorecidas sufren más frustraciones y tienen menos información, por eso son las primeras víctimas de la epidemia de obesidad que nos asuela.

 

Hay quien come de todo y no engorda.

Solo el 10% goza de una genética que se lo permite, según el estudio de Willett et al., en Harvard, sobre 120.000 personas durante 20 años. El resto si no vigila, engorda.

 

Hoy se hace mucho deporte.

Pero menos ejercicio inadvertido: mi abuela gastaba el doble de calorías haciendo la cama que yo con edredón, auxiliada además en todo por electrodomésticos. No compare mi infancia de correteos por las calles...

 

Cuando estar hermoso era estar sano.

Con los niños de hoy frente a sus pantallas día y noche. "Rapaza: come o pan, e así te crecerá o peito" (el pecho), me decía mi abuela gallega. Pero ¡qué pan! Predominaban alimentos frescos en la mesa y gozábamos del equilibrio de paseos y charla en la calle que liberaban endorfinas lentamente.

 

Perder el tiempo con gente es ganarlo.

Mi abuela iba al huerto cada día a los 80 y no dejaba pasar una oportunidad de comadreo. Y es que la obesidad no es sólo cuestión de alimentación: es un fallo del equilibrio dieta-ejercicio-relajación. Y la conciencia de vivir el momento ayuda: por eso aconsejo el rito ansiolítico de bendecir la mesa.

 

Los ateos que mediten un minuto.

Sin goce, hay más engorde. Oler, saborear, compartir el rito de la comida ayuda a que transcurran sin ansiedad los 15 minutos que necesita para llegar al cerebro la señal de saciedad. Si usted conversa relajado mientras llega, no engulle como un poseso.

 

Y cuando llega, no he comido el doble.

Si comes sin ansiedad, comes menos. La relajación ayuda a no engordar, igual que las sanísimas ocho horitas de buen sueño.

 

¿Si comes menos vives más?

La obesidad causa inflamación –relacionada con el envejecimiento– y acelera la oxidación celular, porque la grasa segrega moléculas proinflamatorias. Pero yo aconsejo comer más de lo bueno y menos de lo malo.

 

Que tu alimento sea tu medicina.

La cita es exacta, porque para frenar esa oxidación y desinflamar podemos tomar alimentos de la dieta Smart que prescribo con Willett: algunos de la dieta mediterránea, que cada día alabamos pero olvidamos, como el vino tinto, los frutos secos –ojo: son sanísimos, pero muy calóricos–; aceite de oliva, pescados...Y de otras dietas, como el cacao y los frutos rojos o el té verde

 

¿Hay michelines peores que otros?

La grasa subcutánea bajo la piel en caderas, muslos y glúteos de las señoras premenopáusicas es una obesidad ginoide o periférica y no es peligrosa...

 

Rubens la idealizó; hoy no es estética.

... En cambio, la grasa abdominal androide o central sí es muy perjudicial y propicia las cardiopatías. Mídase la cintura y si supera los 102 centímetros –88 en las señoras–, adelgace con urgencia.

 

Por La Contra también pasó Dukan...

La suya no es una dieta sana. Yo rechazo la ingestión masiva de carne roja, porque favorece el envejecimiento prematuro y las cardiopatías.